En Macaronesia Sport recibimos a Raúl Criado, barcelonés de nacimiento pero “canfranero” de corazón desde niño, que ha convertido el respeto por la montaña y el disfrute del día a día en su filosofía de vida. Tras sus primeros éxitos en verticales y maratones de montaña, este mayo vivió un momento muy especial para nuestro archipiélago: la victoria en la Transvulcania de La Palma, uno de los Trail más exigentes del calendario.
Con la mirada ya puesta en Zegama y en la clasificación para el Mundial de Canfranc en distancia maratón, Raúl afronta lo que queda de temporada con la misma pasión y serenidad que le han llevado a lo más alto sobre el terreno palmero.
Entrevistamos a Raúl Criado, ganador de la maratón de Transvulcania
Macaronesia Sport
Raúl, cuéntame un poquillo. Lo primero de todo, ¿quién es Raúl?
Raúl Criado
Mira, la verdad es que me alegra que me preguntes, porque normalmente estoy acostumbrado a que me digan “enhorabuena” o me pregunten cómo ha ido la carrera. Está guay, pero también está muy bien interesarse por conocer a la persona, que al final es lo que nos lleva a todos los sitios, no solo esa carrera.
Entonces, a ver: nací en Barcelona, pero me crié prácticamente en el Pirineo, en Canfranc. Realmente soy “canfrancnero” hasta la muerte. Todo el mundo me conoce como de allí. Por suerte, crecí rodeado y ligado a la naturaleza. Mi padre y mi abuelo siempre me inculcaron valores de respeto y de disfrutar de lo que nos ofrece el entorno, la fauna y la flora, los lugares y demás.
Tengo la suerte de estar siempre en contacto con la montaña y la naturaleza en sí. Me fue gustando cada vez más. Siempre quise trabajar con animales o estar rodeado de naturaleza, ¿sabes? Fue todo muy natural: una cosa me llevó a otra. Al final también he practicado mucho deporte —fútbol, taekwondo…—
¿Qué pasa? Que llega un momento en que, por ir al monte tanto, yo, que soy muy competitivo por naturaleza, un día —no sé muy bien qué pasó— me di cuenta de que nunca me había imaginado correr, hacer trail. Iba lo más rápido posible: a lo mejor iba a pescar y pensaba “voy a llegar el primero” y andaba a tope por el monte. Te encuentras un montón de gente así.
Y un día vino un amigo de Barcelona a verme a Canfranc y me dijo: “¿Has visto lo que hace este chaval, el Kilian?”
Brutal. Me enseñó un vídeo de Kilian y pensé: “¡Claro! Esto es lo que tengo que hacer”. Lo tuve clarísimo. Fue buenísimo, porque yo, súper inocente y pequeño, dije: “Voy a hacer una carrera en mi pueblo; me pongo a entrenar un mes y la gano”. Pensé: “Con un mes de entrenamiento diario, mala será si no gano”.
Yo alucinaba. Total, que empecé a picarme conmigo mismo y me decía: “A ver hasta dónde puedo llegar”. Al principio era solo una vuelta de dos o tres kilómetros por el monte en el pueblo, pero fui estirando la distancia y, fíjate, hasta dónde he llegado.
Entonces me enganché al trail: veía documentales y decía “¡qué guapo lo que ha hecho este o aquel!”, y en mi pueblo, saliendo por la puerta de casa, podía imitarlos; podía hacer lo mismo, ¡súper guay!
Lógicamente, me gusta la naturaleza y me gusta competir, así que me lié. Al primer año, un entrenador local me vio y me dijo: “Oye, te he visto, y se te da muy bien; ¿por qué no te presentas a las pruebas del centro de tecnificación, que entonces estaba empezando?”
Le respondí: “¡Pues voy!”, fui, me cogieron y ya el primer año me llevaban a correr copas de España de verticales y cosas así. Yo, claro, alucinando: era un chaval súper joven, sin apenas entreno, pero me movía bien por naturaleza y en terrenos técnicos.
Ese primer año que competí a nivel nacional fue una pasada: lo que más me gustaba era ver a los mejores, hablar con ellos, aprender, estar con el grupo o con la selección… Me enganché muchísimo. Tenía unos 17 años y, ¡qué casualidad!, gané la Copa de España de verticales en categoría junior. Dije: “¡Qué chulo!”. Y desde ese día me lié cada vez más: un poquito más, otro poquito más, hasta hoy.
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¿Cómo manejas los resultados y qué importancia das al día a día y al disfrute tanto en tu práctica deportiva como en la vida?
Raúl Criado
Yo también tengo una filosofía: los resultados no siempre pueden salir bien; hay veces en las que se te da mejor o peor, te ocurre algún imprevisto o incluso te pierdes, ¿sabes? Por eso no me centro en mis resultados, sino en mi día a día, en el disfrute, en el progreso y en mí mismo. Al final, lo que salga —valga la redundancia— será fruto de todo ese trabajo. No me obsesiono con un puesto o un tiempo concreto. Nunca he dicho “voy a correr asfalto” o “tengo que hacer X en diez kilómetros” o “X en la media”, porque no me gusta plantearme metas así. Lo que salga será consecuencia del trabajo que haya detrás, punto. Tanto en la carrera como en la vida en general.
Gracias a este enfoque, siempre me ha ido bien mentalmente: nunca he “petado” ni he colapsado por un mal resultado. He tenido muchos más malos que buenos, ojalá fueran iguales, ¿verdad? Pero, al menos, nunca me frustro. Sigo disfrutando de lo que hago incluso en los días flojos. A veces los convierto en excursiones en lugar de entrenamiento —el cuerpo no está siempre al mismo nivel— o aprovecho para pasar tiempo con mi pareja, mi madre, mi padre, mi abuela… o incluso con el perro.
Así que voy disfrutando del día a día y lo que venga, bienvenido sea.
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Cuando empezaste la Canfranc, ¿era tan tocha como lo es ahora o ni de coña?
Raúl Criado
No, mira, te cuento algo rápido. Fue alucinante, y tengo una anécdota que seguro gustará a muchos. Cuando tenía quince años, escuché que en el pueblo organizaban la Maratón de Canfranc. Entonces había tres distancias: 15 km (que no coincide con la actual), 32 km y 42 km. Pero corrían solo veinte o treinta personas, no más. Yo, siendo un chaval muy pequeño, me acercaba a la plaza del Ayuntamiento para ver la salida: unos veinte corredores iniciaban la maratón.
El organizador era Bernabé Aguirre, un auténtico crack de la montaña con mucho arraigo en el pueblo, donde había vivido muchos años. Desde el principio montó un carrerón; recuerdo que para dar la salida decía: “¡Venga, estáis todos… uno, dos, tres… ya!”
Luego tardaban unas seis horas en llegar, pero eran momentos impresionantes. El primer año que asistí, al verlo, aluciné. La meta estaba en la misma plaza. De hecho,el primero que llegó tuvo que subir las escaleras del Ayuntamiento porque no había nadie para recibirlo.
Imagínate aquellos inicios. Mi anécdota favorita es la de Javi Domínguez Ledo —corredor de ultra y campeón del Tour— que ganó aquella edición. Me acerqué y le dije: “Enhorabuena, ha sido increíble; ¿qué se siente al terminar una carrera así?”
Para mí era inhumano: 42 km con 4 000 m de desnivel positivo. Él, con total sinceridad, respondió: “No te preocupes; si te gusta, algún día lo conseguirás”.
Así eran aquellos comienzos: muy caseros pero cuidados al detalle. Todo estaba bien balizado, con avituallamientos atendidos por vecinos volcados con la carrera. En Canfranc somos 400 habitantes; por mucho que nos volquemos, no somos tantos. Con los años he visto cómo evolucionaba el evento. Hace seis o siete años, Alex Varela asumió la dirección de carrera y se intensificó la promoción por parte del Ayuntamiento y otras instituciones. Se añadieron distancias de 70 km, luego 100 km, y este año la de 20 km. El crecimiento ha sido exponencial en cobertura mediática, organización y participantes.
Es un recorrido espectacular, y la organización lo está haciendo genial: el pueblo está volcado, con mucho esfuerzo y pasión. Como todo al principio, hubo incidencias climatológicas que enseñaron a mejorar detalles, pero hoy la Canfranc ha crecido muchísimo y es una auténtica pasada.
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¿Cuál es, hasta ahora, tu momento favorito en la Canfranc?
Raúl Criado
Pues mira, creo que mi momento favorito está por llegar, porque todavía no la he he ganado. Sabes, he sido segundo cuatro veces, otras ediciones ni pude terminar… Pero recuerdo muy bien una en la que mi abuelo —que ya no está conmigo— me esperaba en meta. No sé si quedé entre el 15.º y el 20.º, o segundo o tercero; da igual. Lo importante es el recuerdo de verle preocupado porque anunciaban que yo llegaba y yo tardaba en aparecer, y finalmente compartir ese instante con él. Ese momento, más allá de lo deportivo, es el más bonito que tengo de la carrera.
Si tuviera que ceñirme a algo puramente deportivo, destacaría mi primer año. Con dieciocho años me lancé a la maratón “como un loco”: fui primero casi hasta la mitad, rodeado de corredores muy buenos, y claro, pegué un petardazo al principio, pero crucé la línea de meta —creo que acabé 4.º o 5.º—. Lo disfruté muchísimo; sentí un orgullo enorme al lograr terminar esa prueba que hasta entonces solo había soñado viendo a otros competir.
Venía, además, de hacer solo pruebas de verticales en la Copa de España y estaba deseando cumplir dieciocho para poder participar en la maratón. ¡Me metí “a lo loco”! Pero aprendí un montón y guardo ese recuerdo como algo inolvidable.
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O sea, lo de “poco a poco” a ti no te va, ¿no?
Raúl Criado
Bueno, en el resto sí, porque nunca iba a maratones ni nada; solo hacía esa, y el resto del año corría distancias de 15 o 20 km por ahí. Pero lo tenía que hacer porque era la carrera de casa y no podía dejar de participar en la Copa de España.
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¿Esa fue la de 2014, verdad? ¿La que ganaste?
Raúl Criado
Sí, fue en 2014, y solo gané una vez… de milagro. Creo que alguno de los favoritos no se presentó o algo así, porque yo no lo hacía mal, pero era mi primer año y no tenía ni experiencia. En junior corría con Daniel Sanz, que estaba en cadete, y él me ganaba, pero al estar en una categoría inferior, yo acabé proclamándome campeón junior. Había gente mejor en las categorías superiores; yo era un chiquillo de quince años, sin ninguna experiencia.
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¿Qué tal la Transvulcania de este finde? Cuéntamelo.
Raúl Criado
Pues fue mi primera vez en La Palma y tenía muchísimas ganas. Desde que empecé a correr tenía referentes como Luis Alberto y Kilian; veía los primeros “streamings” de Transvulcania en mi viejo ordenador con Windows 95 y flipaba. Siempre decía “algún día tengo que ir”, pero al final no podía por exámenes o compromisos. Este año dije: “Voy sí o sí”, además de que puntuaba para el criterio técnico de la selección española y estoy buscando plaza para el Mundial. Compré los billetes y me planté allí.
Mi primera impresión fue fantástica: me gustan los lugares tranquilos, la paz y la gente abierta y simpática. Llegué con mi pareja, Sara, y le dije: “Aquí siento una paz… sé que voy a descansar y a estar en armonía conmigo mismo”. Supe que sería una gran experiencia, independientemente del resultado. Físicamente me encontraba muy bien y todo parecía alinearse; tenía una paz interior que me encanta.
Durante los días descubrimos lugares, hicimos turismo tranquilo, conocimos a otros corredores… todo sin ningún agobio ni estrés. El primer día fuimos al Pilar a reconocer el primer tramo de la maratón y fue muy guay, casi una experiencia zen. Siempre intento integrarme: hablo con el personal del hotel, pregunto recomendaciones… Me sentí como si hubiera estado allí toda mi vida, con una acogida muy cálida.
Más allá del resultado, me llevo las vivencias. Creo que dentro de veinte años recordaré esto más que el puesto o el tiempo, porque los resultados vuelan y las experiencias se quedan. Me ha dejado con ganas de volver, incluso fuera de fechas de carrera.
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¿Tienes otras experiencias en las islas?
Raúl Criado
Una vez intenté hacer la TransGran Canaria, pero no me salió tan bien y me tuve que retirar nada más empezar porque me hice daño en un pie. Aun así, aproveché para visitar un poco la isla; coincidió con el carnaval y al final no estuvo tan mal: mezcla de carrera y diversión.
Este año también quise participar en la Blue Trail: me inscribí tarde y no conseguí dorsal, pero la intención estaba ahí. Pensé “por si cuela”, aunque no estaba seguro de poder ir. Si no sale, pues me quedará pendiente para la próxima edición, que tengo muchas ganas.
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Volviendo a Transvulcania, ¿cómo te encontraste en la carrera?
Raúl Criado
A ver, sinceramente me ha faltado ver el paisaje por el mal tiempo —que siempre deja la espinita de volver—. En la isla, tuve suerte: cuando reconocí la zona del Pilar estaba despejado y me pareció súper chulo, pero del Reventón en adelante no vi nada, salvo a partir de la Torre hacia la izquierda, que también estaba guay. Me quedo con ganas de ver realmente por dónde corría.
Con esas condiciones me favoreció: corrí casi como en casa. Bueno, en Canfranc también hace buen tiempo, ¡pero muchos días también toca nublado! Me recordó a lo que estoy acostumbrado. Lo único que cambiaría es que, con el mismo rendimiento y mejor tiempo, habría sacado un crono más rápido.
Respecto a sensaciones, entrené esas semanas con mucha confianza, quizá más que nunca. No soy de ir diciendo que “voy a ganar”, porque respeto a todos —la gente estaba muy fuerte—, pero sí pensaba que podía dar un gran rendimiento. Por los entrenos, sabía que mi rango estaría entre 3 h 35 min y 3 h 45 min; no contaba exacto con el recorrido, pero esa era mi horquilla.
Salí sin nada que perder, disfrutando de menos a más, sabiendo que habría grandes rivales y subidones, porque había especialistas en subidas largas. En mi zona tenemos desniveles fuertes en pocos kilómetros, pero aquí fueron 26 km hasta El Roque, y mantenerme dos horas subiendo me costaba; creo que lo salvé bastante bien. En la bajada, en cambio, era mi terreno favorable.
Mi estrategia fue dar mi mejor versión y, aunque no me imaginaba ganar con esa sensación de facilidad, fue justo lo que me encontré: todo el trabajo que llevaba detrás afloró en la carrera.